Lacónico, sobrio, casi monástico, BALUARTE levanta su figura sobre la confluencia del Primer Ensanche de la ciudad, que se abrió al derribar sus murallas a finales del siglo XIX y la Ciudadela defensiva que se comenzó a construir en 1571, bajo el reino de Felipe II. El inmueble toma la forma de una L, sin aristas ni ornamentos, cobijando del tráfico la inmensa plaza de acceso, que linda en uno de sus lados con el Parlamento de Navarra. Invisible pero presente, armónico pero hermético, escueto pero superlativo, el proyecto de Patxi Mangado satisface el anhelo de los más curiosos: más que generar contextos cerrados o mejor aún, más que resolver enigmas, suscita la curiosidad desde unas paredes silenciosas que envuelven el eco de los instrumentos y las voces.
BALUARTE acoge acontecimientos de toda clase, sabedor de que, sea cual sea su naturaleza, son irrepetibles. Y para que se conviertan en una experiencia inolvidable, Baluarte pone todo de su parte: sus equipos humano y técnico, su versatilidad funcional, sus grandes prestaciones técnicas y su magia arquitectónica. No ofrece sólo la disponibilidad de grandes aforos en los que organizar actos multitudinarios. El secreto de Baluarte está en su capacidad para generar espacios de diferente tamaño y flexibilidad para adaptarse a cada tipo de evento. En Baluarte cada acto adquiere su propia personalidad.